TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD Y LA TERAPIA DIALÉCTICA CONDUCTUAL

En el CIE-11 (OMS, 2020), este trastorno es abordado como una subcategoría (F60.31) dentro del Trastorno de inestabilidad emocional de la personalidad (F60.3), el cual se caracteriza por una marcada tendencia a actuar impulsivamente sin medir las consecuencias, con un ánimo impredecible y caprichoso, además de arrebatos de ira y violencia, con incapacidad para controlar estas conductas. Conductas que, cuando se trata de un trastorno límite, van acompañadas de distorsión de la imagen corporal e íntima y de los propios objetivos, a lo que se agregarían sentimientos crónicos de vacío, relaciones intensas e inestables y una marcada tendencia al comportamiento autodestructivo y suicida (CIE-11, 2020). Además de los 3 síntomas mínimos que deben ser cumplidos bajo el criterio B de F60.30, deberán cumplirse al menos dos de los siguientes síntomas según el CIE-11 (OMS, 2020):

  1. Alteraciones o dudas acerca de la imagen de sí mismo, de los propios objetivos y de las preferencias íntimas (incluyendo las sexuales).
  2. Facilidad para verse envuelto en relaciones intensas e inestables, que a menudo terminan en crisis emocionales.
  3. Esfuerzos excesivos para evitar ser abandonados.
  4. Reiteradas amenazas o actos de autoagresión.
  5. Crónicos de vacío.

En este sentido, el sufrimiento psicológico es sumamente fuerte en las personas que padecen TLP, que las cifras indican que hasta el 10% de personas cometen suicidio (Morrison, 2014, pág. 545). Este trastorno y sus síntomas comienzan en las primeras etapas de la edad adulta y aparece en diferentes contextos a través de diversos síntomas (American Psychiatric Association, 2014, pág. 364). Quienes padecen el presente trastorno, se apegan con intensidad a otros para luego desarrollar una marcada hostilidad cuando creen que son ignorados y maltratados por quienes generan dependencia (Morrison, 2014, pág. 545). Se puede tomar en consideración una perspectiva cognitiva en la cual se intenta definir entre dos aspectos etiológicos centrales que podrían estar desencadenando el presente trastorno: la dificultad para regular las emociones y las relaciones interpersonales intensas (Sue, Wing Sue, & Sue, 2012, pág. 214), dos aspectos que deben ser tomados en cuenta en tanto a los constructos que interactúan dentro del paciente para dar un enfoque erróneo o poco práctico de la realidad.

Según Barrachina (2011) citado en Font Domenech (2019, pág. 199), el 75% de los pacientes con TLP presentan síntomas de otros trastornos como depresión, ansiedad, consumo de sustancias y alimentarios, lo que hace que el TLP sea considerado como un trastorno grave responsable de un elevado sufrimiento y, por tanto, de una elevada disfuncionalidad, no solo en la esfera emocional, sino también en la interpersonal, familiar y laboral. Por ejemplo, según la evidencia se demuestra que hasta el 20% de los pacientes con TLP sufren también trastorno bipolar comórbido (Torales & Navarro, 2019, pág. 59), debido a que se caracteriza por una sensibilidad extrema ante la descortesía que percibe en sus seres queridos –muchas veces sobredimensionados-, provocando una inestabilidad emocional intensa y volátil, terminando incluso en conductas impulsivas y autodestructivas (Gunderson, Herpertz, Skodol, Torgersen, & Zanarini, 2018).

Hay que considerar que, si bien los manuales de diagnóstico son una herramienta muy práctica para llevar a cabo tratamientos con base científica, también han demostrado ser herramientas del poder para señalar como patológico aquello que se sale de la norma de la mentalidad de la época. Existe una diversidad de enfoques en cuando a la práctica terapéutica, cada una con sus respectivas diferencias de efectividad, las cuales dependen generalmente no tanto de las terapias en sí sino de los diversos escenarios para su implementación (Loana, Gentili, Cotet, Palomba, Barbui, & Cuijpers, 2017, pág. 320).

La terapia dialéctica conductual (TDC), propuesta por Linehan (1993), desarrollada específicamente para pacientes con TLP, en la cual, a través de un pragmatismo más centrado en el presente, que combina la filosofía dialéctica con la práctica Zen (Tapasco Ayala, 2018, pág. 5), se les enseña a los individuos habilidades para, por ejemplo, regular las emociones, fortalecer la tolerancia a la angustia y promover la eficiencia interpersonal (Sue, Wing Sue, & Sue, 2012, pág. 214). La TDC propone y ha demostrado que el individuo que padece el presente trastorno mejora la relación consigo mismo y con los demás manejando mejor su sensibilidad y mejorando la tolerancia y la gestión de la angustia producto de su “disfuncionalidad”. (Choi-Kain, Finch, Masland, Jenkins, & Unruh, 2017, pág. 23)

Esta terapia, la TDC, es quizá la más conocida y la que cuenta con mayor investigación para el tratamiento de TLP, con evidencia que, entre otras cosas, ha demostrado ser más efectiva que la intervención estándar cognitivo conductual frente a, por ejemplo, trastornos de la personalidad suicida (Choi-Kain, Finch, Masland, Jenkins, & Unruh, 2017, pág. 23).

Sin embargo, hay que tomar en cuenta también que en cada estudio hay un sesgo de publicación que, de una u otra forma, pueden estar inflando los resultados reales de las diferentes terapias para tratar el trastorno en discusión (Ioana, Gentili, & Cotet, 2017), por lo que resulta necesario, para futuros estudios, poner también la atención sobre las estrategias de prevención para los trastornos de la personalidad como el TLP. Algo que, sin duda, nos lleva a estudiar de forma más exacta la etiología y la posible intervención en esta antes del aparecimiento de síntomas.

Si bien es cierto, la identificación de la personalidad límite como trastorno ha sido aún objeto de polémicas desde su sistematización a mediados del siglo XX, debido a su cantidad de posibilidades en cuanto a la sintomatología y su relación con otros trastornos, esto ha abierto la puerta para diagnósticos y tratamientos menos fraccionados y menos reduccionistas –menos positivistas y menos psiquiátricos- como la terapia dialéctica conductual, cuyo fin no solo es propiciar la reflexión dialéctica del paciente en cuanto a su vida interna y externa, sino además solucionarla en el marco del presente a través de técnicas prácticas relacionadas con la práctica Zen. Procedimientos que han demostrado su eficacia y que, de seguir desarrollándose, seguirán dando la oportunidad a millones de pacientes con TLP en todo el mundo para ser tratados de forma más integral y humana, antes de cualquier intervención farmacológica, la cual debería ser la última opción.

Según la Organización Mundial de Salud OMS (2008), el número de pacientes atendidos en Hospitales Psiquiátricos en Ecuador corresponden al 1.4% de la población, quienes acuden por trastornos de personalidad y de conducta de adultos (F60-F69); mientras que el 1.7% de la población acude a consulta externa por el mismo diagnóstico, demostrando así que los trastornos de personalidad pertenecen a uno de los principales problemas por los cuales los pacientes acuden a consulta (OMS, 2008).

Siendo el mayor porcentaje de diagnósticos en los cinco hospitales, el de esquizofrenia 38% seguido del trastorno del estado de ánimo con un 17% y siendo el de menor prevalencia los trastornos de personalidad con un 10%. Señala que el 1,4% de pacientes atendidos en hospitales psiquiátricos presentan un diagnóstico de trastornos de personalidad y de conducta (F60-F69), mientras que el 1,7% de pacientes son atendidos en consulta externa en los Hospitales Psiquiátricos del Ecuador. (OMS, 2008)

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